VÍCTOR MORA, EL CAPITÁN TRUENO, LAS TAREAS, LA EDUCACIÓN INFORMAL Y LA
ENSEÑANZA DE LOS VALORES
En
el gran debate que aparece cada cierto tiempo sobre tareas sí o tareas no, y
que vuelve ahora con virulencia, quiero hacer una reflexión. Tuve tareas cuando
estaba en la escuela, claro, pero seguramente de lo que más aprendí fue del
enorme arsenal de lecturas, buenas y malas, adecuadas o no a mi edad, sin orden
y concierto, que acompañaron mi niñez. Una de ellas, un colorín de la época
(los canarios llamábamos colorines a los tebeos) fue el Capitán Trueno. Porque
las niñas también leíamos El Capitán Trueno, aunque en principio podía parecer,
y así se comercializaba, que era un
colorín para chicos. Lectora impenitente desde los cuatro años, me dejé seducir
por este héroe que nos abrió a muchos niños y niñas un horizonte, en plena
dictadura, de antimilitarismo, de lucha contra los prejuicios y de defensa
incondicional por los débiles y los desposeídos, en una suerte de justicia social
absolutamente insólita en la época. Nos abrió la luz de un modelo social muy
distinto y distante de la realidad cotidiana de la época. Fue una parte de
nuestra educación informal que, como pasa con la educación informal, nadie
podía controlar y cuyo origen, cuando lo conocí, me explicó muchas cosas. Esa
educación informal que posiblemente conformó el pensamiento de muchos
demócratas que posteriormente formaron parte de la construcción de la actual
democracia.
El origen del Capitán Trueno está en su creador, Víctor Mora (1931-1916),
un excepcional guionista recientemente fallecido. Víctor Mora, guionista y escritor, estuvo marcado por su historia personal y
familiar, y su obra no es ajena. Nace en el año en que se proclama la II
República, y cuando acaba la Guerra
Incivil, su familia va camino del destierro en Francia, donde el padre muere en
un campo de concentración y obliga a la familia al regreso a una España
radicalmente opuesta a las propias vivencias del futuro escritor. Allí, en
Barcelona, el niño Víctor comenzó precozmente a trabajar, hasta que en 1948
entra en la Editorial Bruguera, que le hace un encargo en 1956: crear un
personaje-héroe. Víctor tira del
recuerdo de “El Príncipe valiente” que conoció durante su época de exilio, y
alumbra a un héroe medieval durante la Tercera Cruzada, que recorre el mundo en
busca de causas que le permitan poner su espada al servicio de la justicia y la
libertad. Este pertenencia fue uno de
los elementos que permitió al Capitán Trueno sobrevivir a la feroz censura de
la época. Un cruzado que, antes de comenzar un lance, se encomendaba al apóstol
Santiago resultaba amable a la dictadura. Tan amable que los censores pasaron
por alto algo que, sin embargo, era más peligroso que el hecho de que no estuviera casado con la reina Sigrid
o que el reino de Thule tuviera una suerte de monarquía parlamentaria, dos elementos
que fueron superados por el carácter de cruzado del Capitán Trueno. Que no estuviera casado se resolvió haciendo
que ambos ocuparan habitaciones separadas (curiosamente en 1982 ocuparon por
primera vez, en la ficción, la misma habitación, y fue un hecho tan notable que
abrió los telediarios). Lo de la monarquía parlamentaria, con someras
referencias que había que buscar meticulosamente. Pero lo realmente peligroso,
y que los censores pasaron por alto, era su antimilitarismo paradójico, su
lucha sin cuartel contra las injusticias, el ponerse siempre del lado de los
débiles, la lucha por la libertad y por la justicia social. Esos valores, presentes en toda la obra,
calaron en muchos de los que fuimos niños de la época, hasta un grado difícil
de evaluar y de explicar. Porque allí, en El Capitán Trueno, estaba la República,
el exilio, el antifascismo, el parlamentarismo y la defensa de las libertades y
de los derechos de alguien que, para hacerlo, tuvo que ocultar su nombre bajo
un seudónimo para evitar el rigor de la censura de un régimen que, el mismo año
del nacimiento del Capitán Trueno, lo detuvo, junto a su compañera, conocida su vinculación con el PSUC.
Víctor Trueno y el capitán Mora o Víctor Mora y el capitán Trueno, que lo
mismo da, nos enseñaron, pues, desde la lectura de los populares colorines, a
muchos, aquello que pretendía la controvertida Educación para la Ciudadanía. Por
lo tanto, el debate de las tareas casi que no tiene razón de ser. Sí lo tiene hablar del
currículo oculto, tanto de la educación formal como de la informal. Ojalá todos
los currículos ocultos fueran tan limpios y poderosos como el del Capitán
Trueno.
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