miércoles, 15 de febrero de 2017

LA TASA DE REPOSICIÓN Y EL GRAN DILEMA: ¿HABRÁ O NO HABRÁ OPOSICIONES?




Cuando trabajo con opositores, el tema 0 consiste en que entiendan qué es ser funcionario, a qué se obligan y también el aparentemente intrincado misterio de si se convocan o no las oposiciones y la llamada "tasa de reposición", así como la diferencia, para calcular las vacantes, entre plantilla funcional y orgánica. Las oposiciones consisten en sacar a oferta pública, según los criterios de igualdad, mérito y capacidad, las vacantes producidas en el cuerpo (en el que comento, docente) correspondiente. Primero hay que aclararle a los futuros funcionarios que si hay cien profesores trabajando, eso no significa que haya formalmente cien plazas. Ahí está la diferencia entre plantilla orgánica (las que realmente existen) y la funcional ( las que se necesitan para cumplir la legislación en uso). Por ejemplo, el profesorado de apoyo, muchas optativas, profesorado que está en servicios,especiales... generan horario y se precisa profesorado (en este caso, funcional), pero no consolida como plaza porque VARIA EN FUNCIÓN DE LA NORMA A APLICAR. Entendido esto, es fácil entender también que las plazas que salen a convocatoria son las orgánicas (menos) y no la totalidad de las denominadas funcionales. Pero luego, cada año, la convocatoria pública de empleo se determina dentro de la Ley de Presupuestos Generales del Estado. Para entendernos, los números precisan como repartir los dineros y la ley de acompañamiento toma decisiones sobre qué pueden hacer, y qué no, las Administraciones con esos números. Particularmente, y es lo que nos ocupa y preocupa, en esa Ley se determina la llamada TASA DE REPOSICIÓN, que significa qué porcentaje de vacantes puede convocar la Administración correspondiente mediante la correspondiente convocatoria de  oposiciones.
Desde 1997 la legislación presupuestaria ha incluido esta norma, que en  los años 2012  hasta 2015 se endurece en cuanto a porcentaje (solo el 10 por ciento, y solo en educación, sanidad y FFAA), con la consecuencia de que muchas administraciones deciden no sacar las plazas permitidas, dado el ridículo número que supone. Los presupuestos de 2016 suponen una mejoría, por cuanto se permite una tasa de reposición del 50 por ciento, que al no haberse convocado oposiciones, dio un número  apreciable.
Pero este año hay un gran obstáculo: aún no hay presupuesto. La gran incógnita es qué tasa de reposición se aplica, porque los presupuestos se prorrogan en cantidad, pero no en normatividad.
Por lo tanto, de nuevo la pelota está en el tejado de Rajoy: ¿establecerá con cierta rapidez una norma, vía Decreto, que determine la tasa de reposición? ¿Actuará, como suele, deshojando la margarita mientras los opositores se,deshacen en dudas? Ese es el gran dilema, y una consecuencia perversa de la falta de presupuestos.

domingo, 5 de febrero de 2017

COMPETENCIA DOCENTE 2/10: LA FORMACIÓN



El primer informe MacKinsey de mejora de los sistemas educativos recoge una frase de un funcionario surcoreano que decía que la calidad de un sistema educativo tiene como techo la calidad de sus docentes. Esta frase tan dura desvela que ni los programas educativos políticos ni las leyes educativas que se enuncian a través de estos van a tener éxito alguno si no parten de un modelo de formación de los docentes, futuros o actuales, de calidad.  Esto se comprueba en la práctica si constatamos que los sistemas educativos más exitosos son aquellos en los que la cualificación profesional docente es considerada como un elementos crucial para la mejora de la calidad educativa; sistemas educativos que se ponen como propósito atraer a los mejores estudiantes a la profesión docente, disponer de un sistema eficaz de formación continua y  crear incentivos para el desarrollo profesional y la innovación educativa. 
Lamentablemente, en España, salvo el sistema de sexenios (y no todas las comunidades autónomas lo tienen), los incentivos para el desarrollo profesional apenas existen y tampoco hay estímulos para que los mejores se dirijan a la profesión docente, por lo que hay que pensar que en la actualidad la formación del profesorado queda dentro del ámbito voluntarista. No obstante, la satisfacción profesional y la lucha contra el burnout del docente deberían ser motivos suficientes para que los docentes continuemos en la búsqueda de mejores y más eficaces modelos pedagógicos. Esa necesidad se produce porque el dinamismo de los contextos hacen imposible que las competencias que se necesitarán en el ejercicio profesional puedan preverse y proporcionarse en la formación inicial.  Por ello, vamos a centrarnos en la formación como elemento de decisión personal, y los parámetros que exponemos no van a entrar en consideraciones relativas a las administraciones, que trascienden el ámbito de estas reflexiones que pretenden limitarse al profesorado.
La UNESCO define la formación permanente del profesorado como el proceso encaminado a la revisión y actualización de los conocimientos, actitudes y habilidades, originado por la necesidad de renovarlos y con la finalidad de adaptarlos a los cambios y avances de la sociedad. El objetivo es la consecución de mejores prácticas docentes y mejores resultados escolares. El modelo de sexenios quiebra por cuanto parece centrarse, casi con exclusividad, en la certificación de horas de asistencia a cursos con la finalidad de cumplir con las horas requeridas para la obtención de la acreditación correspondiente, y no incluye una valoración objetiva de las mejoras de la práctica profesional generada por las acciones formativas, tanto en la aplicación en el aula como en la valoración interpares o la puesta en común de las buenas prácticas en las respectivas comunidades educativas.     
Por tanto, y ya que las motivaciones extrínsecas son deficitarias, usemos los motivos intrínsecos que hemos expuesto para analizar y valorar qué aspectos de la formación son necesarios para sobrevivir en los nuevos escenarios sociales y, por consiguiente, educativos. Como cada persona que aborda la formación permanente en aras de conseguir los sexenios se hace su itinerario de forma aleatoria, proponemos un modelo racional de hacerlo que puede servir asimismo de guía para las administraciones o instituciones que quieran adaptar la oferta, inicial o permanente, a un modelo racional.  Como en cada propuesta múltiple, hacemos hincapié en que posiblemente la clasificación puede ser distinta, pero de una u otra manera cualquier propuesta ha de recoger los aspectos que se relatan a continuación: 
1.- Las competencias profesionales del docente para el siglo XXI: el estado de la cuestión
Para ser eficaces, es preciso conocer de forma teórica el estado de la cuestión, esto es, saber cuáles son los parámetros que identifican la eficacia docente, en la formación inicial y, posteriormente, en la continua. Para conocer esos parámetros, obviamente, hay que tener en cuenta el contexto tecnológico y socio-económico y su evolución futura. Los estudios recientes internacionales y en el marco de la CE son de obligado conocimiento para un docente. 
2.- La competencia digital
La competencia digital ha de ser el motor de la transformación y mejora del sistema educativo, por lo que el profesorado ya no tiene excusas porque la adquisición de esta competencia ya no es algo opcional. Esta competencia bascula sobre la necesidad de que el profesorado pueda gestionar de forma óptima la ingente cantidad de información y  de recursos docentes que le llegan continuamente a través de Internet. Esto se consigue a través de cinco áreas competenciales que han de formar parte del currículo de formación personal de cada docente: gestión de la información, de la comunicación, de la creación de contenidos, de seguridad y de resolución de problemas.  
3.- Aprovechar las nuevas modalidades de formación y aprendizaje en red
Las comunidades virtuales de práctica y los entornos de aprendizaje personal, así como los cursos en línea abiertos son nuevas modalidades de formación que permiten un aprendizaje que combina la formación a la carta con la modalidad de aprendizaje interpares, mediante actividades de aprendizaje social asociadas a la puesta en común de experiencias y recursos educativos mediante el uso de plataformas digitales.  Aprender a trabajar en nuevos espacios virtuales y saber manejar las redes sociales como potente herramienta de comunicación y colaboración es una tarea ineludible para el profesorado, tanto el que aborda su formación inicial como el que configura su itinerario formativo permanente. 
4.- La confección del portfolio personal profesional por cada docente. 
Al igual que el alumnado, un docente gana en autoestima profesional cuando sus trabajos son reconocidos por la comunidad educativa. Todo aprendemos de todos, pero además, preparar un trabajo para compartirlo con los demás da un grado de pericia profesional que trasciende la limitación de la buena práctica docente. Crear un espacio digital para exponer los trabajos profesionales propios, sea colectivo o sea personal, permite exhibir los recursos y proyectos propios, encontrar colegas con proyectos similares con los que intercambiar y caminar hacia la necesaria transparencia de las prácticas profesionales.

sábado, 4 de febrero de 2017

COMPETENCIA DOCENTE 1/10: EL COMPROMISO


EL COMPROMISO
El compromiso docente es una palabra polisémica, que se usa  para referirse a la forma de desempeño de la labor docente.
Identifica tanto a los profesores que realizan un "buen trabajo docente", como a los  implicados con una tarea, como sinónimo de profesores "dedicados". También hace referencia al sentido de pertenencia a un determinado estilo profesional y al comportamiento que implica la pasión por la enseñanza.
El compromiso es  un atributo deseable en el docente, asociado a un sentido de profesionalismo actitudinal y  comportamental que les permite voluntariamente realizar considerables esfuerzos en pos de beneficiar el objeto de compromiso;   profesores que están dispuestos voluntariamente a entregar recursos a favor del ejercicio de la docencia. El compromiso alude, entre otras cosas, a dedicación a la tarea, adhesión a los objetivos de la educación, una profunda preocupación por sus estudiantes, conciencia de la responsabilidad y del rol docente y, finalmente, un alto grado de profesionalismo.
El compromiso, también, puede definirse como la cualidad que distingue a quienes se perciben como "auténticos docentes" frente a quienes tienen sus principales intereses en ocupaciones fuera de la escuela. Desde esta perspectiva permite diferenciar a los profesores que "se entregan" de "quienes no evidencian una preocupación por sus estudiantes". Esta definición  es compartida por los alumnos, que identifican como  buenos enseñantes a aquellos docentes que se preocupan por ellos y que comparten el ejercicio profesional con una auténtica inquietud por el bienestar y el logro académico de los discentes.

El compromiso se evidencia en aquellos profesores que creen firmemente que lo que son, lo que saben y cómo enseñan puede marcar una diferencia en el aprendizaje y resultados de sus estudiantes; profesores comprometidos que tienen la certeza de que tanto ellos -su identidad- como su trabajo -conocimiento pedagógico, disciplinar, profesional-; las estrategias de enseñanza que utilizan, así como también sus creencias, actitudes y valores, tendrán un impacto significativo en sus alumnos e instituciones en las cuales trabajan y esta certeza les hace trabajar para mejorar continuamente.

El compromiso docente, como nivel de adhesión e identificación del profesor a determinados aspectos de su quehacer, se muestra en diversos ámbitos e, incluso, a partir de prioridades o demandas, puede cambiar a lo largo de la trayectoria docente y en los diferentes contextos de desempeño.
Y esto es así porque el compromiso docente implica muchas facetas que incluyen diversos objetivos relacionados con el trabajo: la organización, la ocupación, los pares... Si queremos sistematizar estas facetas, podemos hablar de tres dimensiones del compromiso docente, dependiendo del objeto de interés del profesor y los espacios en los cuales está dispuesto a realizar mayor inversión de tiempo y energía: compromiso con la organización, compromiso con la profesión de la enseñanza y compromiso con el aprendizaje de los estudiantes, independientemente de sus dificultades académicas u origen social. Resumiendo, se puede sintetizar diciendo que  el compromiso de los docentes generalmente se expresa en tres dimensiones: compromiso con la escuela, compromiso con la enseñanza y compromiso con los estudiantes.

No obstante, el compromiso no se circunscribe a una elección entre los tres ámbitos, sino que debe atender a una compleja articulación de relaciones que el profesor establece con la enseñanza,  sus alumnos, la profesión y la escuela,  poniendo el acento en un fuerte entramado relacional entre ellos.   De esta forma su construcción y consolidación dependen de las relaciones con, para y por otros, las que se solidifican en y a través de un contexto con un propósito particular.

 El compromiso define  al profesor más allá del rol de transmisor de aquello producido por otros, como condición previa para ser profesor: para ser profesor no basta con saber la,asignatura. El compromiso viene a ser el eje que responde a lo que el docente es, tanto en lo individual como en lo colectivo; es el catalizador de la identidad profesional del  profesor, y le provee de elementos para articular coherentemente una descripción de sí mismo dentro de las estructuras sociales en las que se desempeña y las formas de actuar que adopta, ya que el saber docente es de naturaleza social. En efecto, el rol de profesor se adquiere en un contexto de socialización profesional, en las relaciones que los profesionales establecen en los contextos en los cuales participan de forma interactiva y biunívoca, es decir, como dadores y receptores de conocimiento y experiencias compartidas.  Los profesores forman su identidad profesional mediante la influencia de la  interacción con "otros", en un espacio de reflexión sobre  sí mismo respecto a los otros factores que influyen en la docencia, espacio que le permite  autovalorar su ejercicio profesional y sus  conocimientos, al mismo tiempo, indagar respecto de cómo lo perciben sus estudiantes, pares y directivos. En síntesis, son los otros significativos y/o próximos quienes en el día a día aportan al docente argumentos y relatos que le permiten construir una narrativa respecto de quien es.


Este autoreconocimiento colectivo dota a la profesión de un discurso que legitima y valida el quehacer docente en base a competencias, valores y desafíos que poseen un carácter particular y privativo y que permiten el dominio (percepción de sí) y el reconocimiento (social/oficial). El compromiso compartido termina siendo una seña de identidad de  la profesionalidad docente entendida como "pasión por la enseñanza", es decir,  como un fuerte afecto positivo, satisfacción, experiencia de flujo, vitalidad y control en la elección para iniciar y detener la actividad educativa.

LAS 10 COMPETENCIAS DEL DOCENTE MODERNO


Hay muchos decálogos importantes para alguien que quiere ejercer la docencia con honradez y eficacia. Pero en términos de competencia, vamos a referirnos al decálogo del video del siguiente enlace:
 https://youtu.be/of3fk4FoSD8
Las competencias mencionadas en el video son, por orden de aparición:
COMPROMISO
PREPARACIÓN
ORGANIZACIÓN
TOLERANCIA
APERTURA A PREGUNTAS
CAPACIDAD PARA CONTAR HISTORIAS
INNOVACIÓN
ENTUSIASMO POR LAS TECNOLOGÍAS DE LA COMUNICACIÓN
SOCIAL
CURIOSIDAD
En las siguientes entradas vamos a desglosar estas competencias.