domingo, 5 de febrero de 2017

COMPETENCIA DOCENTE 2/10: LA FORMACIÓN



El primer informe MacKinsey de mejora de los sistemas educativos recoge una frase de un funcionario surcoreano que decía que la calidad de un sistema educativo tiene como techo la calidad de sus docentes. Esta frase tan dura desvela que ni los programas educativos políticos ni las leyes educativas que se enuncian a través de estos van a tener éxito alguno si no parten de un modelo de formación de los docentes, futuros o actuales, de calidad.  Esto se comprueba en la práctica si constatamos que los sistemas educativos más exitosos son aquellos en los que la cualificación profesional docente es considerada como un elementos crucial para la mejora de la calidad educativa; sistemas educativos que se ponen como propósito atraer a los mejores estudiantes a la profesión docente, disponer de un sistema eficaz de formación continua y  crear incentivos para el desarrollo profesional y la innovación educativa. 
Lamentablemente, en España, salvo el sistema de sexenios (y no todas las comunidades autónomas lo tienen), los incentivos para el desarrollo profesional apenas existen y tampoco hay estímulos para que los mejores se dirijan a la profesión docente, por lo que hay que pensar que en la actualidad la formación del profesorado queda dentro del ámbito voluntarista. No obstante, la satisfacción profesional y la lucha contra el burnout del docente deberían ser motivos suficientes para que los docentes continuemos en la búsqueda de mejores y más eficaces modelos pedagógicos. Esa necesidad se produce porque el dinamismo de los contextos hacen imposible que las competencias que se necesitarán en el ejercicio profesional puedan preverse y proporcionarse en la formación inicial.  Por ello, vamos a centrarnos en la formación como elemento de decisión personal, y los parámetros que exponemos no van a entrar en consideraciones relativas a las administraciones, que trascienden el ámbito de estas reflexiones que pretenden limitarse al profesorado.
La UNESCO define la formación permanente del profesorado como el proceso encaminado a la revisión y actualización de los conocimientos, actitudes y habilidades, originado por la necesidad de renovarlos y con la finalidad de adaptarlos a los cambios y avances de la sociedad. El objetivo es la consecución de mejores prácticas docentes y mejores resultados escolares. El modelo de sexenios quiebra por cuanto parece centrarse, casi con exclusividad, en la certificación de horas de asistencia a cursos con la finalidad de cumplir con las horas requeridas para la obtención de la acreditación correspondiente, y no incluye una valoración objetiva de las mejoras de la práctica profesional generada por las acciones formativas, tanto en la aplicación en el aula como en la valoración interpares o la puesta en común de las buenas prácticas en las respectivas comunidades educativas.     
Por tanto, y ya que las motivaciones extrínsecas son deficitarias, usemos los motivos intrínsecos que hemos expuesto para analizar y valorar qué aspectos de la formación son necesarios para sobrevivir en los nuevos escenarios sociales y, por consiguiente, educativos. Como cada persona que aborda la formación permanente en aras de conseguir los sexenios se hace su itinerario de forma aleatoria, proponemos un modelo racional de hacerlo que puede servir asimismo de guía para las administraciones o instituciones que quieran adaptar la oferta, inicial o permanente, a un modelo racional.  Como en cada propuesta múltiple, hacemos hincapié en que posiblemente la clasificación puede ser distinta, pero de una u otra manera cualquier propuesta ha de recoger los aspectos que se relatan a continuación: 
1.- Las competencias profesionales del docente para el siglo XXI: el estado de la cuestión
Para ser eficaces, es preciso conocer de forma teórica el estado de la cuestión, esto es, saber cuáles son los parámetros que identifican la eficacia docente, en la formación inicial y, posteriormente, en la continua. Para conocer esos parámetros, obviamente, hay que tener en cuenta el contexto tecnológico y socio-económico y su evolución futura. Los estudios recientes internacionales y en el marco de la CE son de obligado conocimiento para un docente. 
2.- La competencia digital
La competencia digital ha de ser el motor de la transformación y mejora del sistema educativo, por lo que el profesorado ya no tiene excusas porque la adquisición de esta competencia ya no es algo opcional. Esta competencia bascula sobre la necesidad de que el profesorado pueda gestionar de forma óptima la ingente cantidad de información y  de recursos docentes que le llegan continuamente a través de Internet. Esto se consigue a través de cinco áreas competenciales que han de formar parte del currículo de formación personal de cada docente: gestión de la información, de la comunicación, de la creación de contenidos, de seguridad y de resolución de problemas.  
3.- Aprovechar las nuevas modalidades de formación y aprendizaje en red
Las comunidades virtuales de práctica y los entornos de aprendizaje personal, así como los cursos en línea abiertos son nuevas modalidades de formación que permiten un aprendizaje que combina la formación a la carta con la modalidad de aprendizaje interpares, mediante actividades de aprendizaje social asociadas a la puesta en común de experiencias y recursos educativos mediante el uso de plataformas digitales.  Aprender a trabajar en nuevos espacios virtuales y saber manejar las redes sociales como potente herramienta de comunicación y colaboración es una tarea ineludible para el profesorado, tanto el que aborda su formación inicial como el que configura su itinerario formativo permanente. 
4.- La confección del portfolio personal profesional por cada docente. 
Al igual que el alumnado, un docente gana en autoestima profesional cuando sus trabajos son reconocidos por la comunidad educativa. Todo aprendemos de todos, pero además, preparar un trabajo para compartirlo con los demás da un grado de pericia profesional que trasciende la limitación de la buena práctica docente. Crear un espacio digital para exponer los trabajos profesionales propios, sea colectivo o sea personal, permite exhibir los recursos y proyectos propios, encontrar colegas con proyectos similares con los que intercambiar y caminar hacia la necesaria transparencia de las prácticas profesionales.

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